Columnas del 30 de septiembre
6:06 a. m.
Antes de las columnas un breve aviso: por el momento, esta página no se visualiza muy bien en Firefox (los cartones se ven muy grandes); por lo que de momento recomendamos usar Internet Explorer u Opera. Si tienen problemas al visualizar la página no duden en dejar un mensaje en el Chat HoyPG. ---------------> Sinónimos de privatización de energéticos México SA Carlos Fernández-Vega "La Jornada"
Seis años después, se estima que 30 por ciento de la energía eléctrica en el país es generada por particulares, amén que en el sector gas las huellas de la "mano amiga" del capital trasnacional aparecen por todas partes. Esas y otras bellezas se registran en un país cuyo presidente reiteradamente negó en público lo que en privado autorizó, promovió y aplaudió. En innumerables actos públicos, Vicente Fox negó la privatización del sector energético mexicano, y como ejemplo citaba la permanencia de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad en el cada día más famélico inventario de bienes propiedad de la nación. Demagogia pura, cuando es claro que el objetivo de la derecha prianista es la privatización del mercado energético mexicano. Y que el Estado se quede con los cascarones. Con el relevo en Los Pinos el truco pretende repetirse. Dice el mini presidente electo: "quiero reiterar de manera muy enfática (que) nunca ha estado ni está en nuestros planes privatizar Pemex, la CFE ni Luz y Fuerza del Centro. Tenemos que fortalecer sus finanzas, transparentar su operación, ampliar su inversión y terminar con la dependencia que México tiene en productos secundarios... Se requiere también de acuerdos para fortalecer a nuestro sector energético y que las empresas públicas puedan modernizarse y responder a los retos del futuro". Desde tiempos de Miguel de la Madrid (inicio de la venta de garage, en cuyo escaparate. a estas alturas, lo único que queda es, precisamente, Pemex y CFE) la tecnocracia ha evitado el uso público del término "privatización" para privatizar prácticamente toda la infraestructura productiva del Estado. No lo utiliza, pero ha sido generosa con su oferta de sinónimos. Así, en los cuatro sexenios recientes nada se ha privatizado en México; sólo se ha "modernizado", "desincorporado", "capitalizado", "complementado" y/o "adelgazado" hasta privatizar casi mil 200 empresas paraestatales. Pulcros en el lenguaje, cuatro gobiernos prianistas desmantelaron la infraestructura productiva del Estado, y poco después ellos mismos pusieron el erario al servicio del capital privado beneficiado con la venta de garage, por aquello de los "rescates". La relación de privatizaciones es tan grande, que hasta al escudo nacional le tocó (el águila mocha). Entonces, nada se ha privatizado, ni se privatizará. Y como el sucesor de Fox también maneja el discurso "modernizador", "desincorporador", "adelgazante" y "capitalizador", recordemos "por qué requerimos de las empresas trasnacionales" (Felipillo dixit) en el sector energético, de acuerdo con la única comparecencia que -como secretario del ramo y en comisiones- este personaje tuvo (17 de noviembre de 2003) en el Senado de la República (se respeta sintaxis original): "Si entendemos que las empresas trasnacionales son aquellas empresas que invierten en un país distinto al que son origen. Lo que estamos entendiendo es un proceso por el cual, los países en general, reciben el ahorro generado en otros países, para complementar o para desarrollar la inversión que no pueden generar por su propio ahorro. Esa es mi opinión acerca de por qué un país subdesarrollado, como es México, y por qué cualquier país en el mundo, recibe la inversión que tiene su origen en otros países. Sea por la vía de deuda, sea por la vía de inversión extranjera directa, que son, precisamente, las empresas trasnacionales. "Yo estimo que las empresas que generan inversión, que realizan inversión, y en consecuencia realizan, generan empleo, son benéficas para un país en desarrollo que reclama, precisamente, inversión y empleo. Un país que no tiene los volúmenes de capitalización, que tienen los países desarrollados, y que es el caso de México, requiere, precisamente, complementar esos volúmenes de capital con inversión; con inversión extranjera, sea extranjera directa, sea inversión a través de deuda. Yo, personalmente, prefiero que sea a través de inversión extranjera directa, porque es una inversión física, es una inversión que genera empleo, es una inversión que no puede desplazarse de la misma forma, como se desplaza otro tipo de inversión. "No es sólo porque no haya dinero o porque se requiere una reforma fiscal, es simplemente porque los países para alcanzar los niveles de crecimiento y desarrollo que necesitan, lo complementan y lo realizan a través de esa inversión; todos los países del mundo, todos los países del mundo, excepto Corea del Norte; me atrevería a decir que Cuba, pero inclusive Cuba, inclusive Cuba recibe inversión extranjera directa en petróleo, tiene contratos, según los cuales empresas trasnacionales invierten y se llevan 50 por ciento de la utilidad de lo que descubran y exploten..." Las rebanadas del pastel: ¿Dónde se esconden esas bellezas de trasnacionales generadoras de empleo y riqueza para el país?, porque las que hasta ahora participan en el sector energético -para las cuales el secretario Calderón exigía "seguridad jurídica"- no son de esas... ni serán. ------------------> Anapra, Ver., y Polanco, NY Víctor M. Quintana S. "La Jornada" Azules: así nos ven ahora a los del norte del país. Los resultados de la elección presidencial hacen pensar a algunos, entre ellos a dirigentes del PRD, que las entidades norteñas son irremisiblemente panistas, de derecha. Algunas de sus razones son: el determinismo geográfico, que implica la vecindad con Estados Unidos, el mayor nivel de desarrollo económico comparado con el resto de la República; la fuerza de los grupos empresariales de la región, y hasta argumentos de tipo étnico, como un menor mestizaje. Comencemos por lo geográfico. No por estar junto al Imperio se va a vivir y a pensar como en él. Anapra es una colonia popular de Ciudad Juárez que colinda con Sunland Park, Nuevo México. Muchos años ha vivido en la precariedad de todo tipo: de servicios públicos, de vivienda y de empleo. La mayoría de sus habitantes vienen de La Laguna, de Durango, de Veracruz. Aquí la cultura no se parece nada a la de Estados Unidos, es mucho más cercana a la de los habitantes de Chalco que a la de sus vecinos que viven a escasos metros. Por el contrario, basta darse una vuelta por las calles de Polanco, en el Distrito Federal, ver las tiendas, los restaurantes, el tipo de jóvenes que se pasean por ahí, para percatarse que a pesar de estar a mil kilómetros de la frontera más próxima con Estados Unidos, los polanqueños, como los de cualquier zona de clase media alta del país, son mucho más cercanos a los habitantes de Manhattan o Miami que de sus paisanos los anapreños. De nuevo, la clase social se impone; no es tanto la proximidad geográfica la que señala cómo habitar, trabajar y consumir sino la ubicación socioeconómica de las personas. El que los estados del norte no voten por la izquierda debido a que tienen un mejor nivel de vida es un argumento lleno también de agujeros. Si bien hay mayor desarrollo económico, no pueden dejarse de lado los enormes problemas de pobreza de las ciudades fronterizas; la exclusión, presente de formas sutiles, hacia las y los trabajadores de las maquiladoras; la violencia intrafamiliar cada vez más extendida. Además, si en la medida en que la gente mejora su estatus socioeconómico se va hacia la derecha, ¿no sería un suicidio político de la izquierda buscar la mejoría de las condiciones de existencia si con ello cava su propia tumba? Y, finalmente, ¿cómo explicar que amplias capas de la población en países mucho más prósperos que el nuestro, como los de Europa mediterránea o inclusive los chilenos y los uruguayos, voten a la izquierda? Lo del bajo mestizaje es un argumento tan peregrino que apenas merece analizarse. Nada hay que sostenga que el color de la piel influye en el color político de las personas. Lo que está detrás de estas concepciones antihistóricas es un rechazo al autocuestionamiento. Si se pontifica que todo en el norte del país lo predetermina hacia la derecha, no hay necesidad de revisar la forma como la izquierda ha trabajado en esta región. Si bien la izquierda no ganó en el norte, la votación por AMLO dio un salto cualitativo y cuantitativo con respecto al histórico de los partidos de la coalición. En Chihuahua, por ejemplo, triplicó la de hace tres años y duplicó la mejor votación del PRD. Por otro lado, desahuciar políticamente a los norteños es la vía de la comodidad para que la izquierda no haga un profundo análisis de sus métodos y sus prácticas en esta región del país. ¿Por qué tienen que funcionar aquí los estilos que funcionan para el centro y para el sur? ¿Por qué no se ha dejado de considerar al norte y a la provincia en general como zonas subdesarrolladas políticamente a las que hay que tutelar desde el centro? ¿Cuáles son los desafíos que la izquierda no ha enfrentado para convencer a una población con mayor nivel de escolaridad, con tradiciones menos comunitarias, con fuertes sentimientos anticentralistas? Aunque el voto panista predominó en el norte, no puede olvidarse la multitud de luchas libertarias de esta región: el combate contra el feminicidio, la defensa de los derechos humanos ante los abusos policiacos, las batallas de los campesinos y los productores medios, la vitalidad cultural de las fronteras. ¿Por qué todo esto no ha tenido una expresión electoral mayoritaria hacia la izquierda? Responder en profundidad a todas estas cuestiones; tener la creatividad y la valentía para diferenciar nuestra práctica conforme a las diferencias regionales, he ahí un gran desafío para la izquierda mexicana y, sobre todo, la norteña. [+/-] muestra/oculta esta entrada |