Análisis político 12/09
3:03 a. m.
Días verde olivo jorge carrasco araizaga "Proceso" México, D.F., 11 de septiembre (apro).- El conflicto poselectoral derivará esta semana en uno de los grandes temas pendientes en México: la revisión de las relaciones entre civiles y militares en democracia. La ceremonia por el 159 aniversario de la defensa del Castillo de Chapultepc, el miércoles 13, y el desfile por el 196 aniversario de la independencia de México, el sábado 16, estarán ?como nunca desde los años posrevolucionarios? marcados por la confrontación política en el país. Surgidas como instituciones modernas en el México posterior a la Revolución Mexicana, las Fuerzas Armadas destacan por su retraso en adaptarse a la vida democrática en México. Forjadores del régimen priista, los militares mexicanos mantuvieron en las décadas posteriores a la guerra interna el control político del país hasta que lo cedieron a los civiles ya bien entrado el siglo pasado. Fue hasta 1946 cuando Miguel Alemán Valdés se convirtió en el primer presidente de origen no militar después de una sucesión de generales en la Presidencia de la República. Desde entonces, y a cambio de gozar de plena autonomía respecto del poder civil, se dedicaron a la defensa interna del régimen autoritario que construyeron. Su actuación en los años de la llamada guerra sucia en México, en los sesenta y setenta, lo demuestran. También, la del Estado Mayor Presidencial (EMP), que constituye un verdadero enclave militar a las órdenes del presidente y que en 1968, durante la matanza del 2 de octubre, actuó en defensa de ese régimen. La llegada a la Presidencia de la República de un político de oposición en el 2000 representó para las Fuerzas Armadas una continuidad institucional en tanto que Vicente Fox se comportó hacia los militares de la misma manera que lo hicieron los presidentes priistas. En ningún momento del sexenio que acaba ni siquiera se insinuó la reorganización de esas instituciones, sobre todo para que los civiles tengan el control sobre los militares, como ocurre en democracias consolidadas, en que un civil ?incluidas mujeres? es quien está al mando de los institutos armados. Intacta la relación cívico militar del régimen autoritario, es lógico que el secretario de la Defensa Nacional, el general Gerardo Ricardo Clemente Vega García, se haya sumado a la lógica foxista de aludir al candidato de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador. La controversia provocada por la convocatoria a la Convención Nacional Democrática (CND) el mismo día y lugar del tradicional desfile por el aniversario de la independencia, provocó que el general saliera a la escena para reivindicar la tradición de la parada militar. Hay, sin embargo, una delgada línea que de manera fácil y riesgosa se puede traspasar. Las Fuerzas Armadas son instituciones no deliberantes. No deben cuestionar si obedecen o no una orden del presidente, que constitucionalmente es su comandante en jefe. Pero tampoco deben tomar partido en las confrontaciones políticas, puesto que corren el riesgo de sumarse al encono social que dejó el proceso electoral, puesto en peligro por Fox, según el dictamen del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Es de esperar que la sensatez prevalezca en los institutos armados en estos días marcados por el verde olivo y que los altos mandos se mantengan al margen. No sólo porque en los próximos meses ya no lo serán más, sino porque no les corresponde tomar partido por ninguna de las partes confrontadas. [+/-] muestra/oculta esta entrada |