Notas "curiosas"
11:48 a. m.
Protagoniza diputada escándalo en aparente estado de ebriedad La diputada local Rebeca Parada Ortega, del Partido Nueva Alianza, y su asistente, Yolanda Yaeggy Gómez, chocaron su automóvil contra otro vehículo cuando salían de un bar Alberto Morales y Sara Pantoja "El Universal" Ciudad de México Viernes 15 de septiembre de 2006 00:02 La diputada local Rebeca Parada Ortega, del Partido Nueva Alianza, protagonizó este jueves un escándalo cuando ella y su asistente, Yolanda Yaeggy Gómez, chocaron su automóvil contra otro vehículo cuando salían de un bar de la calle Humbolt, en la colonia Centro. Minutos después de las 19:00 horas, la asistente de la legisladora -en estado de ebriedad- condujo en reversa un Nissan Sentra negro, placas 809TUT, pero no vio un Chevy verde, propiedad de un joven que dijo llamarse Raúl, y que en ese momento llevaba agua a los simpatizantes de la coalición Por el Bien de Todos que estaban en plantón sobre la avenida Juárez. El propietario del auto compactó dijo que, luego del golpe, la conductora del Sentra quiso escapar hacia avenida Juárez y se subió a la banqueta, pero al ver que no había paso regresaron por Humbolt, donde con su auto les cerró el paso. "La señora de negro (diputada Parada) me dijo que no me iba a pagar, que tenía fuero y que no le importaba, por lo que pedí ayuda a los policías", comentó. De acuerdo con los primeros reportes de la policía, tanto la legisladora de Nueva Alianza como su asistente se encontraban en "estado de ebriedad". Alrededor de las 20:30 horas policías informaron que el Sentra y su conductora serían remitidos a la agencia 5 bis del Ministerio Público, ubicada en la calle de Lerdo y Eje 2, para que se determinará la responsabilidad por los daños causados al Chevy. ---------------> Cuauhtémoc: el águila que cae Víctor M. Toledo Todo ser viviente nace, crece, madura, decae y muere. Lo mismo puede decirse de las sociedades o de las civilizaciones que irrumpen vigorosas en la historia, para después ensancharse, hacerse sólidas, luego rígidas, osificarse y desaparecer. Sólo los seres humanos tienen la extraña capacidad de perpetuarse en el tiempo por medio de la conciencia o del espíritu, de la palabra o la creencia, de la idea o de la fe. Pocos son, sin embargo, los que alcanzan la cúspide de la permanencia en la memoria. En un país donde durante décadas a los defensores de la vida, de la justicia social, de la libertad de expresión y de la democracia real se les eliminaba, cooptaba o marginaba (y fuimos tantas veces testigos de cómo esta maquinaria brutal hizo desaparecer a innumerables luchadores), el nombre de Cuauhtémoc Cárdenas era ya un emblema de congruencia y sensatez que se izaba con orgullo en las batallas cotidianas, un personaje llamado a formar parte del cada vez más escaso contingente de la entereza y el decoro; un referente obligado para quienes creen que la verdad es la medida de todas las cosas. Hoy, por sus actitudes, declaraciones y cambio de posiciones, ese ser emblemático, ese zoon polytikon, ese paladín de la lucha de los demócratas mexicanos, se ha autodestruido, se ha hecho pedazos, se ha inmolado como los monjes asiáticos, y todos hemos sido testigos del incendio. En el crepitar surgen rostros atónitos, desconciertos, miradas críticas: ¿alguien nos lo puede explicar teniendo sus cenizas entre las manos? Todo individuo tiene un precio, y cada quien o lo establece o tiene la gallardía de rechazarlo. Se puede terminar dando la vida por una idea, como José Martí, Ernesto Guevara o Salvador Allende, pudriéndose o purificándose en las cárceles de las tiranías, o inclusive, aceptémoslo, discretamente retirado para realizar la reflexión, la resignación o la sabiduría. Pero lo que no puede hacerse es finalizar una trayectoria de décadas de liderazgo moral o político como "maestro de ceremonias" de las oligarquías. La República, la auténtica, hoy llora de tristeza. Nunca un águila había caído tan estrepitosamente. [+/-] muestra/oculta esta entrada |