Crónica del casi informe (lo que pasó con Fox)
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Tembloroso, entregó su mensaje y se fue En el vestíbulo de San Lázaro, el presidente Fox anunciaba que ante la actitud de un grupo de legisladores no daría lectura a su Informe FIDEL SAMANIEGO El Gráfico Domingo 03 de septiembre de 2006 Tan cerca y tan lejos del umbral que alguna vez cruzó como triunfador, antes de dar la media vuelta para emprender el camino de retorno, Vicente Fox Quesada tomó en sus manos, que temblaban ligeramente, el grueso paquete de hojas. Luego buscó y encontró las cámaras de televisión, empuñó un micrófono y dejó salir con una voz sin entonaciones, pero firme, las 62 palabras, con las que daba a conocer que no daría discurso alguno desde la tribuna más alta de la Patria: "Ciudadano presidente de la Mesa Directiva, como lo establece el artículo 69 de la Constitución, he asistido a este Congreso de la Unión y hago entrega del Informe correspondiente al último año de mi gestión. Ante la actitud de un grupo de legisladores que hace imposible la lectura del mensaje que he preparado para esta ocasión, me retiro de este recinto. Muchas gracias". Un rostro, el del jefe del Ejecutivo, en el que por momentos apareció la sonrisa que no duraba mucho, dio paso al gesto serio, circunspecto. La banda presidencial le cruzaba el pecho. Una imagen ahí, en el vestíbulo del Palacio Legislativo de San Lázaro, ante azorados ojos. Una escena que no duró más de siete minutos. Vicente Fox Quesada, cerca y lejos de aquel umbral. En algún momento miró allá al fondo, a la tribuna, la que en un tiempo pasado él ocupó con boletas electorales como orejas, para protestar contra el fraude en los comicios de 1988. Una mirada que luego fue hacia la parte más alta del proscenio, al lugar en el que se sentó en cinco ocasiones en los años anteriores. Un sitio al que ya no podría llegar ayer, un sillón al que se aferraba por la parte trasera el ex priísta hidalguense José Guadarrama, integrante del grupo de legisladores perredistas que hicieron suyo el presidium. El Presidente de la República con su Informe. Lo entregó y se fue. Pudo escuchar los aplausos y los gritos en su favor, que le dirigió un grupo, gente que se asomaba de los pisos superiores del recinto. También le llegaron los aplausos, las voces de los suyos, diputados y senadores panistas que permanecían en el salón de sesiones. Él ahí, detenido en su historia, en la historia. Ahí, a la mitad del vestíbulo. Con gesto grave escuchó a Carlos Abascal. Después se rio, agitó la mano, levantó el pulgar derecho, apuntó con el índice hacia el frente, dijo en broma a alguien que lo saludaba del otro lado de la puerta: "Ahí voy". Él, mil 995 días después de aquel primero de diciembre del año 2000 cuando ya como Presidente de la República, saludó al Congreso de la Unión, pero también a sus hijas y a sus hijos. Vicente Fox, el que en la residencia oficial de Los Pinos, poco antes de las siete de la tarde, escuchó al diputado panista José Julián Sacramento: "Señor Presidente, la tribuna ya la tomaron los perredistas". -¿Cómo? -preguntó el mandatario. -Acaban de informarlo en la radio -intervino otro legislador. -¿Vamos a ir?- quiso saber otro de los integrantes de la comisión que había ido por él. -¡Por supuesto que vamos a ir! -sentenció Fox. A las 19:18 horas, una camioneta se detuvo ante el Palacio rigurosamente vigilado. Descendió el Presidente de la República, se abotonó el saco, estrechó las manos de los legisladores que lo recibieron y caminó. Largos fueron los pasos para avanzar por la explanada, y subir los 14 escalones, y entrar al vestíbulo. Ahí se detuvo. En un salón junto al palco de invitados especiales permanecían su esposa Marta Sahagún y otros familiares. En otras salas estaban las cajas con las copias del texto, en seis páginas, el mensaje que, sabía, ya no podría pronunciar desde la tribuna, el discurso que había planeado concluir ahí con una frase: "La democracia vale la pena", y un "¡Viva México!". Ahí, detenido. Muy cerca de donde en 1999 declaró: "Me voy porque tengo cosas más importantes que hacer", cuando abandonó la ceremonia en la que Ernesto Zedillo rendía su quinto informe. Ahí, 10 metros arriba del sótano en el que en agosto de 1988 eran resguardados paquetes electorales que él, con otros más, exigían que fuesen abiertos para que se contaran boletas y se revisaran actas. Vicente Fox, detenido en la historia, en su historia. Y ya se le veía pensativo, ya cambiaba su talante, y levantaba la mano, agradecía a quienes le aclamaban. Ahí, hasta que aclaró la garganta, tomó el paquete con el contenido de su Informe de labores con una hoja en la parte alta, en la que escritas estaban esas 62 palabras, las únicas que pudo pronunciar. Entonces entregó su Informe al senador Rodolfo Dorador Pérez Gavilán, secretario de la Mesa Directiva. Después, su media vuelta, los 67 pasos para salir a la calle. Tras él, presurosa, brillante la mirada, Marta Sahagún. Lloviznaba ligeramente, las nubes era negras. Se acercaba la noche. Del otro lado del Congreso de la Unión, manifestantes golpeaban en la muralla metálica. Y se marchó. Después de estar ahí, detenido, tan cerca y tan lejos del umbral que alguna vez cruzó victorioso. [+/-] muestra/oculta esta entrada |